Pero no me quejo de la lluvia; como buen melancólico me encanta y le busco su lado poético. Nuestros árboles agradecen la lluvia y se vuelven más bellos al recibirla. Tras un buen chaparrón, merece la pena ensimismarse mirándolos; las gotas de lluvia parecen pequeñas lágrimas sobre las hojas jóvenes de la primavera recién estrenada. A veces no puedo evitar ser tan asquerosamente cursi...
Después de uno de los aguaceros de ayer, me puse a sacarles unas fotos a las gotas sobre las hojas que me servirán de consuelo cuando llegue el terrible verano extremeño.
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