En mi terraza los árboles de este género son los más abundantes, casi todos de vivero y con mucho tiempo por delante para parecerse a un bonsái. Los quercus tienen fama de ser de crecimiento lento y de ser difíciles en los trasplantes, pero en todo hay grados. La encinas tienen bien ganada la fama de ser problemáticas en las recuperaciones, no aptas para los que somos principiantes; pero si uno parte de una encina de vivero, criada ya en maceta, no hay tanto problema a la hora de trasplantar porque tienen un sistema radicular con muchas más raíces ciliares y superficiales que en estado natural. Eso sí, lentas, lo que se dice lentas, lo son. Los dos ejemplares que tengo rondan los treinta y cinco centímetros.
Los alcornoques son más agradecidos y se adaptan mejor a los requerimientos del bonsái. No son tan problemáticos a la hora de trasplantarlos o recuperarlos, tienen varias brotaciones anuales, al menos dos, y sobre todo una característica que los hacen enormemente atractivos: su corteza suberosa.
El más joven de todos es éste que tengo en una maceta de entrenamiento:
A este otro ya lo presenté en una entrada anterior:
El mayor de los alcornoques es un regalo que hace más de tres años me hizo un amigo, Juanjo Vázquez "Tritón", de su finca La Verilla. Todavía tiene cierta desproporción entre su largo tronco y sus ramas. Quizá con un acodo aéreo se podrían sacar dos buenos alcornoques, pero no tengo prisa para tomar una decisión tan importante. La corcha de este ejemplar es preciosa y me fastidiaría mucho destrozarla y que al final el acodo no saliese adelante
El quejigo, a diferencia de las dos especies anteriores, posee hojas marcescentes que se mantienen secas en sus ramas a finales de invierno si éste ha sido suficientemente frío. No le he sacado ninguna foto de ese estadio, por lo que nos tendremos que conformar con la que he sacado ahora, tras los rigores del verano.
Los robles melojos son preciosos, transmiten una sensación de serenidad y fortaleza como pocos árboles. La pena es el tamaño de sus hojas, algo que tendré que trabajar llegado el momento. Por ahora, espero que vaya creciendo y ramificándose en su maceta de entrenamiento.
Se nota a las leguas que no sólo eres un aficionado al bonsái, sinó un apasionado de la Naturaleza y un enamorado de tu tierra extremeña. Me gusta.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias, Juan, por tu comentario. La Naturaleza, en Extremadura y en Galicia, está muy presente tan pronto uno sale de cualquier población. Lástima que no todo el mundo comparta esa pasión que tenemos por ella.
ResponderEliminarUn abrazo.