sábado, 7 de septiembre de 2019

El castaño vaciado de Rozas

A finales de agosto, nos fuimos de escapada a la comarca de Sanabria aprovechando los últimos días libres del verano. No voy a aprovechar el blog para hacer un reportaje de vacaciones familiares, pero sí me gustaría enseñar un rincón con una sorpresa en forma de árbol entre tanta naturaleza exuberante de la zona.

Nos alojamos en una pequeña población llamada Rozas, en la que nos podemos encontrar fácilmente en un breve paseo un conjunto de casas con encanto (a diferencia de la lóbrega localidad homónima madrileña).









Merche, en uno de sus paseos matinales mientras yo seguía roncando entre las sábanas, descubrió en los alrededores del pueblo un bonito castañar que tenía un ejemplar muy peculiar. A la mañana siguiente me uní a ella. En las afueras de Rozas abundan los castaños, los robles, manzanos y algunos perales (comunes y silvestres). A pesar de este verano tan seco, también a los lados de las veredas  nos encontramos con setas (pocas) y flores.





Justo al lado del camino y no demasiado lejos del pueblo, se encuentra un enorme castaño centenario que no sólo llama la atención por su enorme envergadura, sino también por la curiosa forma de su tronco. Parecía un árbol sacado de las ilustraciones de un cuento de fantasía y estaba allí, a las afueras del pueblo, sin que nada indicara la existencia de esta maravilla.





Resulta difícil hacerse una idea del tremendo tamaño del árbol con las fotografías. Para que lo podáis apreciar mejor, aquí van un par de fotos conmigo dentro de la oquedad del tronco. Pensad los que no me conocéis que yo mido 1,86m (bueno, quizá un poquito menos; vale, algo o bastante menos, pero hacéos a la idea de que soy de estatura media tirando levemente abajo por la edad). Lo importante es la amplitud y la belleza del tronco, así como la enormidad de su hueco.



El interior del castaño hueco tenía ese aire sobrecogedor que poseen las maravillas naturales en las que se ven la obra del tiempo y los elementos frente a la vida que sale adelante. Algo que los amantes del bonsái buscamos y sólo unos pocos llegan a conseguir.




Lástima que en el tronco el hombre dejara también su huella. En su interior, el tronco se encontraba quemado, algo que en mi ignorancia no sé si se hizo para protegerlo de la podredumbre de la madera muerta y las plagas o por vandalismo. Pero lo que realmente rompía la magia de aquel magnífico lugar eran los restos de basura que los humanos solemos dejar a nuestro paso.

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